viernes, 4 de septiembre de 2009

El mercado del agua


Siendo el agua un recurso imprescindible para los seres vivientes, su provisión segura significa ni más ni menos que una obligación estatal.
En nuestra Argentina, el agua llega a los hogares ( y los casi hogares) acompañada de una factura que carga el precio de su consumo por locación individual (sea domicilio familiar o empresario).
No es común que se permita cortarle la provisión a quien no paga como pide el abastecedor ( y según tarifas permitidas por la autoridad). Pero sería entendible de acuerdo a las leyes del mercado.
¡Cuánta incongruencia! Entregar a cada familia o empresa el agua que reclama (y en la medida a la que accede a ella) a cambio de un precio es un sinsentido (por decirlo delicadamente).
No sólo el agua, sino todos los productos que llenan requerimientos esenciales para la vida deberían sacarse de los juegos de la oferta y la demanda.
El mercado es una corrupta ingeniería envilecida por las formas monopólicas. Es obvio que la fuerza que muestra la oferta es mandante de la demanda, la que depende de artilugios ideológicos y caprichos empresarios sin alcanzar representación significativa en el cuadro de fuerzas que caracteriza una sociedad.
Habría que cambiar radicalmente el esquema en uso y financiar la obtención y reparto del agua a través de rentas públicas (originadas en impuestos justos).
Otra vez caemos en que la voracidad fiscal causada por el agigantamiento estatal sofoca cualquier voluntad de cambio y antepone la urgencia recaudativa a toda razón.
Padecemos un sistema tributario escasamente justificable. Impuestos irracionales, como el de patentes que cobran las Provincias, al solo hecho de tener un vehículo cada día menos valioso y por el cual se abonó en su momento el IVA, ingresos brutos, impuestos internos, etc.
O el IVA mismo, que exige que todo aquel que ejerce el comercio le adelante al fisco el impuesto de lo que espera vender (cuando el gravamen está ligado al consumo del bien y no a su almacenamiento).
Hagamos fuerza para que se dé la ocasión de debatir todas estas incongruencias y se aporte a los ciudadanos el respeto que es nuestro mérito soberano.

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